jueves, abril 27, 2006

3 N+1+1= 0

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No.
No.
No.
La triple negación no implica que me quiera librar de vos. Pero sí que tendrás que aceptar esa última regla que impusimos como condición a nuestros mutuos eclipses. La realidad se impone con sus precariedades, querida, y sabés muy bien que la geometría de la ambigüedad y el deseo merece este sacrificio. Contracara de nuestras abyecciones que multiplican los desperdicios y los errores que cometemos a cada rato, con esas tristes ontologías que salen sorteadas: puta suerte. Hoy te tocó encadenarte a vos porque salió cadena y quizás mañana me toque a mí permanecer todo el día en agua sucia para que me bebas de a pequeños sorbos y después puedas estrellar el vaso contra la pared marcada con tres X rojas del tamaño de tus pezones, como lo pedía esa tercera instrucción del inciso vigésimo tercero. Se nos hace insoportable tanta sujeción a reglamentos oscuros y a veces incomprensibles, pero no hay otra alternativa. Por eso es que la triple negación acomoda un poco las cosas. Aunque queden apenas tres o cuatro cosas por acomodar. No necesitamos más. Vos sabés que cuando esas tres cosas desaparezcan, el juego se termina y hasta ahí llegan nuestros ojos, nuestras bocas, manos, piel, todo eso que llamamos cuerpo y su unión desquiciada.

Foto unsologato.

lunes, abril 24, 2006

Simulacro con luz.

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Simulamos amarnos y simulamos no amarnos, como si la luz debiera confirmar o desmentir a cada instante esa precariedad. Ya no sabemos qué cuerpo es real y qué cuerpo imaginario. Lo mismo nos sucede con eso que llamamos placer y esa otra orilla del dolor. Nos extraviamos en un laberinto de deseo y tedio que nosotros mismos construimos en interminables tardes frente a los grandes ventanales que miran el mar y siempre están llenos de luz. Una luz presumiblemente real pero que no es suficiente para que alcancemos algún grado de certeza y veracidad en nuestro amor. Tampoco el mar, a pesar de su prestigio de conmutador de infinitos, nos sirve de gran cosa. A veces el brutal contraste entre su inmensidad y nuestra insignificancia nos llena de aflicción. Por eso no nos queda otra alternativa que continuar simulando que seguimos vivos, que podemos ir de un lado al otro, ocuparnos de ciertos negocios e intentar formular esas inútiles preguntas siempre destinadas a la luz, aunque de antemano sabemos que la luz nunca habrá de responder.

Foto unsologato

jueves, abril 20, 2006

Cuarteto de amor sin muerte con un corolario imposible.

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Cuando finalmente me confesó que se estaba acostando con mi mejor amigo, sentí un gran alivio, la miré con ternura, la abracé y le dije que no importaba, que esas cosas solían suceder.
Mientras ella lloraba en mi hombro, me alegré sinceramente de no haber tenido que ir al escritorio, abrir el cajón, sacar la pistola y meterle dos balazos en la cabeza; porque eso era lo que pensaba hacer, estaba absolutamente decidido a hacerlo, si confirmaba las sopechas de que mi mujer se estaba tirando al hijo de puta de mi jefe.
Afortunadamente, ha sido lo mejor para todos: mi mujer conserva su preciada vida, mi amigo no pierde a su querida, yo mantengo mi trabajo y mi bella amante no queda viuda.

Corolario imposible.

Sí, la habría matado y habría matado a mi jefe, el mismo día y con la misma arma. Y nos habríamos fugado con mi amante y cuando la policía nos acorralara en algún pueblucho de la interminable fuga, nos habríamos suicidado juntos. Mi amigo se habría sentido triste y habría ayudado muy solícitamente a mi mujer con todos los trámites y ritos de la muerte, la habría acompañado en las exequias, realizadas rápidamente por ese halo de infamia que lo cubriría todo. Al poco tiempo, mi amigo terminaría en la cama de mi mujer y serían felices, muy felices y un día me recordarían con infinita ternura y me darían las gracias por haber abandonado este mundo de la forma en que lo hice.


Foto unsologato.

lunes, abril 17, 2006

Sábado santo.

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Sábado en la noche. Sábado santo. Te quedás en casa, sola. Merecida soledad. Te vas a la cama temprano. Un par de libros. Una taza de Earl Grey. Y ponés esa película que hace tiempo querés ver. Es una copia pirata que alguien te envió desde muy lejos. Mucho más lejos que la distancia que te separa de la pantalla y de tu mano que busca tu sexo. Aunque no quieras que nosotros seamos los protagonistas allí estamos, querida. Vos y yo, en blanco y negro como querrías que fuera toda la vida. Esa sobriedad de los contrastes a veces brutales. La distancia se acorta. Tu sexo late. Tus dedos saben muy bien lo que buscan en esas humedades. Lo que hacemos en la pantalla está muy bien para un sábado santo, nos resucitaremos mutuamente.

STOP. Pantalla azul.
Leventás el teléfono, marcás. Suena. Suena, suena aquí y allá. En todas partes suena el puto teléfono. Nadie contesta.
No puedo responderte hasta que apretes nuevamente PLAY y te dejes llevar por la pantalla y mis manos grises en tu cuerpo negro, tu boca blanca y darte vuelta y entrarte desde tan lejos.


Foto unsologato.

jueves, abril 13, 2006

El don.

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“Te pedí el don y me lo diste. Tus ojos eran demasiado hermosos y oscuros como para negarme a ello. A pesar del espanto que esto me provoca, no me arrepiento de haberte pedido esa visión. El momento ha llegado y sé que no tengo escapatoria. Dejo esta nota sólo para confirmar que fue cierto lo que me dieron tus ojos esa noche en que la unión de nuestros cuerpos prófugos fue lo único que existió para el fuego. Lo veo con una claridad terrible, así será:
El tipo con el largo abrigo cruzará la calle cuando me vea salir por la puerta del edificio. No me dará tiempo a explicar mi inocencia. En dos movimientos sacará el arma. Intentaré golpearlo y correr, pero será en vano. Un balazo en medio del pecho y otro en la garganta. Y ahí quedaré tendido. El tipo correrá unos metros y se subirá a un auto que lo estará esperando. La muerte será instantánea con ese doble fuego. Tú leerás esto dos horas más tarde, cuando llegues a casa y abras el correo. Recibirás la llamada del sicario y le dirás que pase a buscar el dinero. Te sentirás vengada y satisfecha por haberme dado el don de esta visión y la muerte”.

Escribo un par de correos más, me despido de un amigo entrañable y de mi padre. A ninguno le digo que fue ella la que me mandó matar. Sé que merezco esta muerte por haber aceptado su regalo y me conforma saber que eso contribuirá a la dicha de la mujer de los ojos más bellos y oscuros que haya amado jamás.

Foto unsologato.

lunes, abril 10, 2006

El busca palabra.

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Puede ser “nada”, puede ser “mujer” o “viento”, puede ser “cornisa”, “cópula” o “algo”. No tiene que ser necesariamente bella ni cargada de historia, ni de eso que algunos ingenuos llaman poesía. Dejo que el azar me la traiga en un sorteo previo que realizo antes de salir a la calle, a veces uso dados y otras veces corto papelitos con números de páginas del diccionario. Busco la palabra en cualquier parte: carteles de publicidad, afiches de cine, grafitis callejeros, titulares de periódicos o letreros de recorridos de micros o buses. Cuando encuentro la palabra le saco una foto. Regreso a casa contento con la palabra capturada, la voy repitiendo, atesorándola en voz baja. Una vez en casa bajo la foto al computador, la amplío y la imprimo. Después pego la impresión en una pizarra que tiene un marco dorado algo rorocó que he confeccionado a los efectos del ritual. Después viene la parte más gozosa del rito: cuatro horas ininterrumpidas de contemplación, la miro, la leo, la releo, la olvido, la vuelvo a leer y a acariciar; entablo con ella un diálogo secreto e íntimio; nunca me defraudan sus revelaciones. Finalmente guardo la foto en una carpeta y al día siguiente salgo a buscar otra. Puedo pasarme semanas y hasta meses buscando la palabra que debo encontrar según me lo ha dictado el azar.
Algo se ha alterado en esta última jugada: el tiempo se ha extendido más de la cuenta. Llevo más de un año recorriendo calles de diferentes ciudades y tratando de encontrar esa palabra. Una querida amiga, viendo el patético estado en que me encuentro, me ha sugerido piadosamente que si no la encuentro en un plazo prudente ella me facilitará los medios para que abandone este juego en forma definitiva: sobredosis de insulina o un revólver calibre 38. Ella quiere que elija el fuego, no le tiene miedo a la sangre. Me promete que si lo hago con un disparo certero escribirá la palabra con mi sangre, le sacará la foto, la contemplará (quizás con cierta tristeza) la imprimirá, la guardará en mi carpeta y continuará ella con el juego.


Foto unsologato, Santiago de Chile.

miércoles, abril 05, 2006

La noticia.

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Ya es mucho tiempo, más de un año. Por eso rocé tu frente con el aire de mi nombre. Te pedí que levantaras el teléfono y marcaras. Te atendió mi mujer y se sorprendió tanto como tú, que aún no supieras que estabas hablando con una viuda que ya ha comenzado a desterrar la pena (mejor no hablar de eso). Tu tristeza, un lamento, algunos detalles algo sórdidos de cómo fue la cosa. Dos horas más tarde un brindis a mi salud (te lo agradezco) el comentario a un amigo y a tu mujer que ni se inmutó porque se le confundía mi rostro con el de otro tipo. Mañana quizás unos versos que tengan alguna vaga relación con la pérdida del amigo y nada más que eso. Sólo faltabas tú, querido Christian, que lo supieras.

Foto unsologato

lunes, abril 03, 2006

(Telemann/ Pariser Quartette/ Concerto Primo 4041)

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es posible
fragmentarnos aún más
en estos desiertos
donde la sed de las palabras
es lo único real


Foto unsologato.
El Tiempo Buenos Aires Aerod.