sábado, noviembre 25, 2006

Retrovisor

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Antes que la lluvia sea lo único real. Tus gotitas transparentando el deseo y el camino. Tus gotitas buscando el ombligo de las palabras. Espejo de los días cuando incertidumbre es la única brújula de los pájaros. Tus pájaros ciegos intentando anidar en mis ojos. Y todo tan lejano por nada. Quién ve más lejos en las aguas turbulentas, en las aguas apacibles. Quién soporta más fuego y esquirlas de memoria triste. Quién es capaz de unir más piezas oscuras del otro. Y el futuro hacia atrás. Hacia atrás…Donde todo es lejano y el horizonte retuerce las manos. Y los carteles indicadores cambiando de sentido la jugada. Como viniendo del nunca y dejando una huella en la piel pavimento. Tus manos mojadas en cualquier charquito de mi cuerpo. Tus ojos confabulados con la lluvia más antigua. Así avanzamos como gotitas que aman la tormenta…

Foto unsologato.

jueves, noviembre 16, 2006

Escalera

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De tanto andar por la misma escalera arriba y abajo, se le gastaron los escalones de los pies ya sin zapatos. Pero siguió fatigándola con los escalones de las manos, de los ojos. La mirada zigzagueante de arquitectura crónica. Hasta que los escalones restantes y las barandas de las manos también se le gastaron y desaparecieron con descansos y todo. Quedó en el aire como flotando con los muñones del edificio a la vista. Ya no hubo arriba ni abajo cuando la demolición avanzó y se le metió bien adentro en el pecho, en los huesos. Hasta que ni un recuerdo de ese lugar de tantos años donde la gente trajinaba por una escalera de otra escalera que unía todos los pisos, pero no conducía a ninguna parte.

Foto unsologato.

domingo, noviembre 05, 2006

Blanco y negro.

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La casa es grande y blanca y en el patio trasero resolvemos la vida cotidiana. La solución nos vino en un día de lluvia. Ambos le preguntamos a la misma gotita si la luz de la tarde aceptaría el placer que fuésemos capaces de darle. Placer real o ilusorio, pero compatible con esa vida efímera. La gotita cayó sobre una baldosa sin identificar y la respuesta se perdió sin proyectar imaginación ni tedio. Así fue cómo decidimos el piso en damero; el blanco y el negro nos ayudarían a alcanzar el paroxismo de nuestras voluntades. Argucia para justificar toda esa animalidad que aún no nos atrevíamos a hacer efectiva en los detalles más mínimos de la convivencia.

Hoy es domingo y llueve. La lluvia es un animal que suele entusiasmarse con nuestros juegos. A ella le toca blanco y a mí negro. No le temo a esta oscuridad calculada y de bella geometría. Avanzamos desnudos con los ojos vendados hacia el patio. Ella debe arrojar la ficha que de un lado es blanca y del otro negro, moneda acuñada por nuestros delirios.
La ficha blanca cae en casillero blanco. Jugada perfecta. Ella decide el resto del día: la amplitud de la lectura, el tipo de té, la forma y eficacia del amor, la ofensa precisa, el vacío necesario en la mirada, el recuerdo que se podrá evocar con no más de siete palabras blancas o sedientas. Ella decide si deberé lamer de su ombligo una sola gotita o toda la lluvia de la tarde.

Foto unsologato.
El Tiempo Buenos Aires Aerod.