(Lluvia del 22 de febrero de 2009)
Llueve una tarde de domingo y él corre bajo la lluvia. La lluvia le moja la cabeza, la cara, los hombros. Llueve sin prepotencia y él corre, dejándose llover. Va mirando los árboles del circuito. Llueve como si los árboles fueran hombres que corren, y repentinamente se pusieran de acuerdo, sobre algo importante e incomunicable. Llueve, y él corre con ritmo parejo. Sin excesivo esfuerzo, como en caída libre hacia delante. Corre con Bach colgado de las orejas (dos cantatas profanas). Los árboles lo acompañan en cada paso. La lluvia le abre camino en el pavimento. Cuatro vueltas al lago. Seis kilómetros y medio. Corre como si algo esperado debiera cumplirse en los próximos días.
Corre bajo la lluvia.
Foto unsologato.