lunes, mayo 22, 2006

Paisaje a tres.

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Arena 60%.
Mar 30%
Cielo 10%.

Entre mar y cielo el ilusorio horizonte. Quizás un 1% que merecería ser anotado según el tamaño de la esperanza o la desesperación.
Al paisaje le falta algo.Tal vez una huella en la arena como la que alteró aquella soledad de Robinson en su isla. O un grito de gaviota que parezca grito de mujer. O un barco acercándose o alejándose de un observador que interroga el rectángulo de esa realidad con un catalejo o un par de dados. O peor aún, tal vez a este paisaje le falte una botella que ha llegado a ese 60%, empujada durante un tiempo incalculable desde ese 30%. Y dentro de la botella un mensaje. Pero esta vez, por única vez, no se trata del mensaje de un náufrago pidiendo ser resctado de cualquier estadística lejana y solitaria, sino una correción en las proporciones: Arena 20%, Mar 30%, Cielo 20% y como extrema novedad: Horizonte 30%. Línea negra que divide todo en dos y obliga a pasar rápidamente a la página que sigue.

Foto unsologato.

jueves, mayo 18, 2006

Una manzana.

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Una manzana. Una roja y simple manzana me lleva hasta vos. Son esos milagros absurdos que a veces se dan entre la unión de un sabor específico y un color determinado.
Esto sucedió porque hoy tenías sabor a otra fruta y tuve que taparme los oídos para no escucharte gritar en esa otra frecuencia. Aunque fuera de placer, pero un placer sin manzana. Entonces le pediste a tu macho de turno que te llevara frente al espejo. Yo sabía lo que te iba a hacer porque ya había masticado el primer bocado de esa roja delicia. Pero tus frutales gemidos retumbando en esa habitación de alquiler me impidieron continuar devorando la manzana que eras vos: tu recuerdo, ese nudo en el pecho. Mi simple y perfecta manzana. Debí arrojarla-te a la basura y olvidarme de tu piel pero no pude hacerlo. Preferí que te oxidaras en cualquier rincón de la casa.
Más tarde llegó mi mujer y me puteó por andar dejando fruta tirada por cualquier lado. Disimulé, le pedí disculpas por mi descuido y no le pude decir nada cuando te tomó de un bracito y te botó a la basura. Yo quería seguir saboreándote el resto del día, sin que importara la distancia o que te entregaras a otra boca, a otra culpa, a otro simulacro de fruta venenosa.


Foto unsologato.

lunes, mayo 15, 2006

Grita.

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Ahora grita. Grita. Grita fuerte como gritan las tempestades. No le grita a las paredes, ni a las puertas, ni a a las ventanas. Me grita a mí que posiblemente también soy pared, puerta o ventana, aunque nadie pueda afirmar semejante cosa sin meterse en el barro de coordenadas algo aberrantes. Sí, aberrantes.
Grita cosas feas, horribles, de esas que ninguna pared deja escapar por rendijas de ternura o ventana que se asuma como parte del sol, un sol extraño y a veces desquiciado por nuestras sombras o gritos más antiguos que los de esta noche sucia.
Grita hasta que se cansa de gritar porque esas mismas fealdades se le han venido encima como un enjambre de avispas y ella odia las avispas, esas avispas coloradas que siempre buscan los párpados o los pezones para clavar sus aguijones llenos de veneno. Le dan pavor las avispas que ella misma vomita por esa boca tan delicada o porque de pronto la invade cierta piedad hacia esos objetos de la casa que nos hacen la vida menos miserable, pero que no quieren escucharla cuando grita de esa manera tan injuriosa sin poder controlar el daño irreparable que le termina causando a esas pobres puertas, paredes y ventanas.


Foto unsologato.

miércoles, mayo 10, 2006

Solar

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Ya son amantes y saben que el encuentro es definitivo. Que lo definitivo tiene ese olor a piel y a deseo y esas siluetas recortadas con tijeras de placer omnívoro. Saben que no hay vuelta atrás. Que todo será consumado en ese amor que merecerá oceános e islas bienaventuradas, calles arboladas y libros a cielo abierto. Saben que los cuerpos unidos bajo ese sol de gorriones tiernos no les dará escapatoria. No quieren que haya escapatortoria. Desean fundirse en ese abrazo que será calle cotidiana. Saben que el túnel del tiempo los arrojó en esa cama de llanura para que comenzaran a domesticar relámpagos y cabalgatas de vida secreta. Nuevas mitologías y nombres incluirán los sexos, las sonrisas de sus corderos y las coordenadas de cada detalles en que la mirada de ambos construyan ese nuevo mundo, esos nuevos bestiarios de la alegría. Han dado ese paso que los conducirá hacia el centro de sí mismos, centro de todo fuego, de toda agua. No hay vuelta atrás. Están iluminados por esa dicha. Sólo les resta ajustar algunos detalles de tiempo y espacio para que lo único real seamos vos y yo, amor, sólo vos y yo.

Foto unsologato.

miércoles, mayo 03, 2006

Golpes en la puerta

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Golpean la puerta. Un golpe. Dos golpes. Tres golpes. Golpean fuerte. Con nudillos apretados. Quiero gritarles que no estoy. Que no hay nadie. Golpean otra vez. Esperan diez segundos y vuelven a golpear. Una. Dos. Tres veces. Golpean como si hubiera que romperle la nariz a la madera, romperle las cejas, la boca, cambiar a fruerza de golpes ese barniz transparente por pintura roja. Ninguno de los vecinos sale a decirles que no estoy. Siguen golpeando. Van a entrar. No tienen llaves pero van a entrar igual. Van a quebrarle todos los huesos a la puerta y van a entrar. Golpean otra vez. Me decido a abrir. Es mejor enfrentarlos. Golpean más fuerte. Una. Dos. Tres veces. Abro la puerta. No hay nadie. Nadie allí fuera. Nadie. Cierro la puerta. Siguen golpeando. Quiero gritarles que se vayan, que me dejen en paz, pero no tengo voz. Quiero salir a la calle, pero no puedo hacerlo. Golpean otra vez. Y otra vez. Si puediera llegar hasta sus puertas y golpear yo también. Golpear una, dos, tres veces sus puertas. Golpear fuerte a dos manos, con las rodillas y la cabeza y si es necesario patearla mil veces hasta que abran. Golpear esas puertas y desaparecer y volver a golpear y que no encuentren a nadie y gritrales que no hay nadie, que nunca hubo nadie en estas puertas que no dan a ninguna parte.

Foto unsologato.
El Tiempo Buenos Aires Aerod.