Palabras 3807

...todo esto tan precario
y las palabras
que nos obligan
a mantener la incertidumbre
a ras de cielo
pero qué cielo es ese
si las palabras te prefieren desnuda
y con la tierra abierta
como si todos los sacrificios
las eligieran a ellas
por el sol
y su mendicidad de pájaros
porque no niegan nada
y te dejás abrazar
por ese cielo en la tierra
y esa tierra abierta
de tu cuerpo desnudo
soñándolas una por una...

Fotografía, unsologato.

Tango

Tango sí, tango. Obsesivo tango. Bailemos piba, bailemos vos y yo, seamos “ese sentimiento triste que se baila”. Hay un bandoneón que se estira como nuestro tiempo a destiempo y nuestras penas y vuelve al lugar de origen donde la música se desgarra en los pasos que llevamos. Dos por cuatro entrelazados, porque ahora, en este instante, todo es tango. Nada más que tango. Yo te llevo y vos te dejás llevar y sólo existe el tango en esta tanguedia. Y hay gotitas que nos salen de los ojos y pareciera que bailan por las mejillas de adoquines, mientras un violonchelo que acompaña al bandoneón desgarra el velo de esa otra pena más profunda, que es engaño, que es traición, que es muerte y fuga y misterio...
No, che... no es pa tanto... Es sólo tango. Tango vos y yo. Tango que bailamos por única vez para que el sol y las estrellas y este cielo de Baires se contagien un poco de nuestra alegría... Y sí, piba... con este tango traicionaremos “ese sentimiento triste que se baila”... y que se juega...

Foto de un amigo de unsologato, retocada en fotoshop por el mismo felino.

Mensaje de error.

El mensaje original era excesivamente optimista. Al menos a él le parecía excesivamente optimista, por lo tanto, intolerable. Hay que estropearlo un poco, se dijo, sonriendo de lado y acariciando la culata del revólver que llevaba en la cintura. Reordenó las frases de otra manera, pero no le calzaban. Le seguía pareciendo un derroche de vitalidad inútil y nadie se merecía eso a esa altura de los acontecimientos. Intentó una vez más, pero el resultado fue similar. La hora de entrega se acercaba. El jefe no perdonaría un texto como ese. Era un verdadero asco. Claro que posiblemente a muchos les alegraría la mañana y les pintaría un sol en la sonrisa, pero eso no importaba en absoluto. Probó por última vez y el resultado fue aún más deleznable. No podía ir con eso al jefe. Era mejor echar mano del revólver y volarse la cabeza ahí mismo sobre la pantalla y que llegaran enseguida los fotógrafos atraídos por el olor a sangre fresca y le sacaran la foto al occiso porque con esa foto quizás el texto se arreglaría un poco...
La otra posibilidad era renunciar a ese trabajo de mierda y nunca más volver a escribir ni una sola línea.
En los próximos tres segundos lo decidiría.
Lamentablemente, no estaríamos para presenciar el final.

Foto unsologato.

(Tchaikovski. Piano trio op. 50)

...ni siquiera
aquello que las ventanas
merecen
de mi oscuridad
o el contrasentido
de esperar
ese gesto de los árboles
que siempre esperan...

Foto unsologato.

A partir de una flor...

Una tarde de otoño, cámara, macro, clic, clic. Dos tomas. Una a la papelera y otra queda, se guarda, se archiva, crece en la tierra secreta de una carpeta con nombre y ubicación exacta. Días más tarde la florece ese amarillo en la pantalla, lo abarca todo y se queda allí desafiando la intemperie de los otros miles de archivos disponibles.
Otro día de esta historia te envío la misma flor por correo. Sigue siendo tan amarilla como la ilusión y la luz de la verdad (es inevitable recurrir a ciertos tópicos de la exageración filosófica). Mundo digital, nada más que eso. Cuando la recibís, clic, clic y la guardás como un pequeño e insignificante tesoro, archivo y carpeta accesible a la razón y al sentimiento. Y la hacés florecer en tu pantalla. Crece la misma flor que sigue tan amarilla como las paredes de cualquier laberinto diseñado por su propia luz circular (se notan ahora ciertos tintes cargados a la totalidad y la esperanzas, acaso vanas). Entonces encendemos las pantallas, cada uno en su ciudad, barrio, mundo, continente y la flor aparece. Por unos segundos, nos quedamos contemplando ese fulgor ubicuo y vemos al unísono los lejanos ojos del otro... el buenos días... buenas tardes... pétalo por pétalo soñando que la distancia y la ausencia también son una hermosa flor amarilla...

Foto unsologato.

(Olivier Messiaen/ Le callandrelle)

...la condición del chocolate
en la lengua de los muertos
y el bisabuelo que decía:
“me cago en la hostia”
aunque fuese una noche Earl Grey
una noche Merlot
o el engaño que usan las palabras
para refugiarse en nuestro miedo...

Foto unsologato, escultura de Vicente Gajardo.

“Los celestitos”

No les alcanzó la pintura y los vecinos se rieron de ellos. Después las cosas se pusieron difíciles y ya no tuvieron plata para volver a pintar la fachada. Los vecinos se siguieron burlando, “los celestitos” los llamaron. Eran una familia modesta, el matrimonio y dos hijos adolescentes. A los vecinos les molestaba que no hayan terminado de pintar como corresponde la fachada porque decía que eso les echaba a perder el barrio. Eran casas antiguas, la mayorías de adobe y viera usted los aires que se daban esos otros que tenían la fachada bien pintadita.
Pero “los celestitos” tuvieron su día de gloria para el terremoto. Todas las casas del barrio terminaron en el suelo menos la de ellos. Y todas eran de adobe y más o menos de la misma data. Cosa de brujería dijeron los vecinos indignados por ese inesperado milagro. “Los celestitos “ mantuvieron el bajo perfil de siempre y el saludo amable con todos.
En un año se reconstruyó el barrio y hubo ayudas de la municipalidad y fondos de emergencia que gotearon por ese sector. Los celestitos recibieron unos pesos y todos creyeron que ahora sí iban a pintar la fachada completa, pero los celestitos volvieron a hacer la misma gracia, aunque esta vez llevados por una idea preconcebida y bien pensada, la pintaron igual, exactamente igual dejándola inconclusa en la parte superior de la puerta de entrada. Los vecinos lo tomaron como una provocación y fueron a exigir una explicación. Salió el dueño de casa y tranquilamente les dijo: Mire vecino, cada uno tiene sus ideas y sus creencias, y después de todo lo que pasó yo me he convencido que si la pinto completa, la casa se viene abajo, y si la casa se viene abajo ustedes se verán privados del placer de llamarnos “los celestitos” y seguir burlándose de nosotros como lo han hecho durante todos estos años y hasta es probable que la foto que acaba de aparecer en ínsulas & guijarros desaparezca y el relato quede trunco... Así que mejor, por el bien de todos, dejémosla así que se ve bien simpática, no le parece...?

Foto unsologato, Santiago de Chile, centro.

(Haydn. Cuarteto de cuerdas op. 74/3 “Rider”)

...palabra incierta
bajo el peso de la noche
y otro fuego soñando ese exterminio
hasta que ninguno de los dos sepa
qué palabra transformó el cristal
en pájaro
y el pájaro en barro
y al barro en casa vacía
donde ya no se encuentran las manos
de ninguna palabra...

Foto unsologato.

La última flor.

Camina por esa calle donde diez años más tarde será asesinado. Camina a la misma hora en que recibirá la descarga en medio del pecho. Cuando llega al lugar exacto donde caerá su primera gota de sangre, se detiene, mira hacia el piso y le llama inexplicablemente la atención un pequeño papelito doblado en cuatro. Lo levanta del suelo, lo abre y sonríe. En el papelito hay dibujada una flor con mano de niño. Entonces recuerda aquellas que una compañerita le regalaba en tercer grado. Recuerda la sonrisa de esa niña lejana y el jardín secreto que fue formando. Guarda el papelito con la flor en la billetera y sigue caminando tranquilamente.
Diez años más tarde, cuando el delincuente apuntándolo le exige toda la plata y se lleva sólo las tarjetas de crédito, en lo único que piensa es en que no le robe la billetera porque no quiere perder esa flor diminuta. Pero lo que pierde es la vida. El ladrón dispara a quemarropa. Arroja la billetera al piso, la flor dibujada en el papel se sale de la billetera y queda cerca de su mano. Sabe que va a morir, la sangre corre demasiado a prisa por ese agujero en el pecho, estira la mano y toma el papelito con la flor. Lo aprieta en su puño y sonríe, recuerda a esa niña de la infancia y ese día en que encontró esa flor de papel y todos los demás días en que la guardó en su billetera como un extraño amuleto...

Foto unsologato.

Juego de cartas.

Recibí tu carta y me alegré. La abrí y dentro de esa carta había otra carta y me volví a alegrar. Abrí la segunda carta pero dentro de ella había una tercera. Los sobres eran casi etéreos, como nubes tratadas con papel de arroz. Esa tercera carta remitía a una cuarta y a una quinta carta. En la quinta carta hacías referencia a una décima carta que escribirías tres días después que recibieras la respuesta a tu segunda carta. Pero la segunda carta venía dentro de la primera que remitía a su vez, a una vigésima octava carta que escribirías despidiéndote de mí por no haber respondido la séptima carta, donde me decías que las seis anteriores eran un simulacro de esa que nunca llegarías a escribirme, porque no me lo merezco y porque mi alegría al leer tu primera carta te parecía totalmente fingida, lo que no era cierto; pero ya era tarde para andarte convenciendo de ese tipo de cosas después que ha pasado tanto tiempo y tantas cartas que sólo llevaban y traían nuestro silencio tan bien dobladito entre papeles blancos...

Foto unsologato.

(Blanco 3782)

...no puede quedar la página en blanco
porque el blanco no merece
quedar en sí mismo
y en página
entonces se rellena
con lo primero que se tiene a mano:
un espejo que se quiebra
cuando sueña su propio blanco...


(Nota: no se trata de publicidad de detergente para la ropa, aunque sirve para lavar las propias torpezas del gato náufrago.)

Foto unsologato con su mano ad hoc el blanco 3782.

El estornudo

Picazón en la nariz y la garganta... achú, achú... te mandás un estornudo de aquellos... no te tapás la boca porque fue demasiado fulminante el acceso y la foto de Borges queda toda salpicada por esa misteriosa sustancia que nunca alcanzó a transmutar en palabra perfecta capaz de recorrer esos laberintos donde lo único que cuenta es el verbo...

Limpiás la foto del maestro y comenzás un nuevo recorrido, esta vez en silencio y meditando: “Qué carajo me habrá provocado esa alergia de mierda.... Y pensar que a más de uno se le fue el alma por la boca cuando no encontró la palabra exacta frente al hijo de puta que le apuntaba exigiendo toda la guita...” (Recuerdo vago de alguna muerte literaria).

Volvés a mirar la foto que no ha quedado del todo limpia y el fulano que te tiene encañonado desde el otro lado del cristal, estornuda, achú, achú, achú y la bala sin pedir permiso se te mete en medio de la frente, como un escupitajo que te manda al infierno... Y no alcanzás ni a darte cuenta que quizás Borges hubiera escrito algo hermoso sobre la vida secreta de la bala y su enigmática relación con el doble estornudo de víctima y victimario, pero vos no sos Borges che, y sos boleta...

Foto unsologato, sobre una escultura de Sergio Castillo.