Nota final.
Abrieron la puerta de una patada y entraron los tres tipos apuntando con sus armas, pero ya no era necesaria tanta adrenalina ni violencia. Allí estaban tendidos en la cama, desnudos, abrazados, con dos impactos de bala en la cabeza que ellos mismos se dispararon y una nota sobre la almhoada:
“Estos últimos caminos recorridos, se han ido bifurcando siempre hacia errores mayores A veces nos consoló el gesto taciturno de un pájaro o cualquier migaja de la memoria que lograra proyectar alguna sombra a la hora del cenit o después de la cópula. Pero llegamos a ese punto sin retorno donde la única esperanza fue ejecutar a la perfección la postrera jugada: esta que tienen ante sus ojos.
La última noche de nuestras vidas tuvo el regocijo de una fogata que se encendió con billetes de a cien. El par de millones (*) se consumió con esa belleza cruel que tiene todo fracaso humano. El haber decidido quitarnos la vida fue algo de esa iluminación que nos llegó del poder fuego (pareciera que en momentos decisivos, la vuelta a lo primitivo es inevitable). No negamos el placer de privar a ustedes de esa otra despreciable luminiscencia que les habría producido disparar sobre nosotros, arrebatándonos la vida y el cuantioso botín. Descontando las posibles atrocidades que seguramente nos habrían infringido para que confesáramos el lugar donde ocultamos el dinero.
Sepan disculpar las molestias. En el callejón podrán constatar los restos de la fogata, fue una hermosa fogata, como esta una hermosa muerte.”
(*) dólares americanos.
Foto unsologato.