El movimiento de los árboles.
A veces cruzan la calle para darte un abrazo aunque el invisible seas vos y no puedan olerte el sudor más reciente. Cada lágrima se perdona a sí misma en el rito circular de la caída y de la espera. Y te llenan de raíces los ojos y te dicen al oído que la primavera se acerca cargada de presagios. Mientras tanto se aprovechan un poco de tu fragilidad y piden abrigo en ese otro abrazo de amantes como si toda la tierra fuese una obra clandestina que necesita ser purificada por el fuego. Hay ciudades en ruinas que conservarán la pureza de ciertos abrazos indecibles. Ramas desnudas y cuerpos desnudos en esos días llenos de ventanas abiertas al misterio y a la crueldad del misterio. Y el beso cayendo de las ramas más altas porque todo debe acercarse al cielo.
Le prometí a ese árbol de la esquina donde anidan tus ojos que volvería a abrazarte y fue él quien vino a buscarme cuando el camino se puso en marcha bajo mis pies…
Foto unsologato, Mendoza Agosto de 2006.