jueves, agosto 24, 2006

El movimiento de los árboles.

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A veces cruzan la calle para darte un abrazo aunque el invisible seas vos y no puedan olerte el sudor más reciente. Cada lágrima se perdona a sí misma en el rito circular de la caída y de la espera. Y te llenan de raíces los ojos y te dicen al oído que la primavera se acerca cargada de presagios. Mientras tanto se aprovechan un poco de tu fragilidad y piden abrigo en ese otro abrazo de amantes como si toda la tierra fuese una obra clandestina que necesita ser purificada por el fuego. Hay ciudades en ruinas que conservarán la pureza de ciertos abrazos indecibles. Ramas desnudas y cuerpos desnudos en esos días llenos de ventanas abiertas al misterio y a la crueldad del misterio. Y el beso cayendo de las ramas más altas porque todo debe acercarse al cielo.

Le prometí a ese árbol de la esquina donde anidan tus ojos que volvería a abrazarte y fue él quien vino a buscarme cuando el camino se puso en marcha bajo mis pies…


Foto unsologato, Mendoza Agosto de 2006.

jueves, agosto 10, 2006

Variaciones de la luz en el laberinto.

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Abrir la luz o cerrar la luz.
Ponerle el cuerpo a los ojos lejanos que deciden seguir adelante con las tinieblas que sean. Multiplicar las ventanas hasta el desgarro. Golpear las puertas más etéreas, aquellas que sólo se abren hacia adentro con contraseña dictada por pájaros ciegos. Forcejear con ese fantasma que todos los días te ató las manos al árbol de hierro que dejó de crecer en pos de la civilización. Entonces, la necesidad de un árbol real como imperativo fotosintético del amor. Seremos mutuos árboles enraizando la luz desde el centro de la tierra hacia el cielo, donde las mutaciones encarnan todas las formas posibes del esplendor. La mesa está puesta en el sentido que sepamos darle al pan que se alimenta de luz. Tus ojos de pan devorados por la luz. Tu piel de luz abierta. La unión que soñamos como amantes de la luz está próxima, según lo han anunciado las llamas de esas velas que acompañaron tus lágrimas en estas arduas noches del laberinto.

Foto unsologato.

jueves, agosto 03, 2006

Copa vacía.

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Ni agua, ni vino, ni sed. Quizás algún invisible resto de saliva que usó para decirme que su vida era eso mismo: una copa vacía. Quise besarla pero se levantó para ir al baño. La copa quedó en medio de le mesa, rodeada de silencio. Los mozos nos estaban esperando sólo a nosotros para cerrar. Ya habían levantado unas sillas, apagado la música y algunas luces. Me quedé mirando la copa vacía, haciéndola girar sin sentido, buscándole una respuesta sólo con la mirada, sin ponerle ni un dedo encima. Un vidrio ordinario y una luz un tanto sucia que no la ayudaba mucho con esos restos de palabras que dejamos flotando. Ella regresó del baño con el maquillaje retocado y se sirvió un poco de agua que quedaba en una botella. La observé beber y me parecieron muy bellos sus labios pegados al vidrio de la copa. Los movimientos que siguieron fueron menos armoniosos: se levantó, tomó el abrigo, me besó la mejilla y salió a la calle. Era inútil seguirla. Pagué la cuenta y me quedé unos minutos más contemplando la copa vacía hasta que un mozo se acercó y me dijo que iban a cerrar el local. Estuve tentado de pedirle al mozo si me podía llevar la copa, pero me pareció absurdo y la dejé allí mismo donde estaba, llena de nuestra ausencia.

Foto unsologato.
El Tiempo Buenos Aires Aerod.