domingo, junio 21, 2009

Luz delirio



Del gesto mínimo de la mano extendida al asco en intemperie cerrada. O el pan mordido por una luz que no se deja guardar en el ombligo. Ombligo nido de ácaros. Suciedades que arrinconan la esperanza del resfriado. Mocos: otra forma de llorar según dictamen de esa luz, no exenta de crueldad O ignorancias paralelas al despojo en quietud de pieles bruñidas. Quietud de muerte aunque luz en movimiento. Siempre movimiento, sea el agua entrando hasta el fondo de los pulmones o la mano llevando el revólver a la sien. Pero desdramatizar el florero quebrado. El cristal más puro sin una sola gota de vino. Y la garganta por donde no pasan alimentos pero sí luz. Luz con preguntas de náusea golpeando paredes blancas del mismo encierro.

Foto unsologato.

domingo, junio 14, 2009

Sacrificio



La elección de la víctima sin demasiado regocijo. Ni venganza. Ni placer. Sin mayor intervención del azar, aunque una hoja seca haya determinado la secuencia, el ángulo del acero, el dedo que entra en la herida y regresa a tu boca. El dedo untado en sangre, como otras veces en mermelada de frutilla. Frutilla vaginal. Tu vagina. El sabor de la sangre. Sangre de un rostro desconocido, anónimo. El último estertor de ese hombre que te mira a los ojos. Que insiste en mirarte como si quisiera hundir en tu carne el mismo puñal que le desgarró el pecho. Te mira con pánico, sin comprender por qué es él, quien está tendido en el pavimento boca arriba, agonizando. Es mejor que no sepa que sólo se trata de tu capricho con una hoja seca. Sincronías del otoño. Que pudo evitarse esa muerte. Como podrían evitarse los lavarropas, y los cafés de las esquinas llenos de gente. Así un whisky más para celebrar el dolor de una familia desconocida, de un perro pequeño y lanudo y de una puerta que no volverá a sentir el peso de esa mano. Y tu mano que ya no esperará que el pan tenga alas y vuele de boca en boca, aunque el sabor del pan sea tan diferente al de esa sangre que te ha hecho esbozar una sonrisa.

Foto unsologato.

viernes, junio 05, 2009

Las manos



Tu mano. Mi mano. El anillo que te regaló el Minotauro. El anillo que nos hace dar vueltas el uno en el otro. Los dedos de cada mano. Toda la piel. La ininterrumpida caricia sin salida. El Minotauro sonríe como el gato de Cheshire. Tu mano de aire. Mi mano de fuego. Silencio giratorio y concéntrico entre diminutas paredes de plata. El Minotauro contempla el ouróboros de piel predestinada por aquella carta lejana. Nuestras manos ya no necesitan abandonar el laberinto. El Minotauro nos bendice.

Foto unsologato.
El Tiempo Buenos Aires Aerod.