miércoles, agosto 26, 2009

Aceleración de partículas



O un objeto cualquiera que asume la máscara del sujeto como algo real. Aún cuestionándose la pertenencia obscena a ese recuadro. Cuando lo único real es la suma de imponderables que consumen el abrazo. Decantan cuerpos. Cuerpos objetivados quizás sin suficiente abyección. Intolerable grado de pureza. Pero la persecución del placer insomne hace que la oscuridad no sea tan dolorosa a esa altura de la lámpara roja. No hay manchas de sangre en las paredes inmaculadamente blancas. Siempre blancas. Aunque uno de los amantes cuelgue del cielo raso sus mejores intenciones de desaparecer. Pero no se logran esos trucos con tanta facilidad de demonios transaccionales o circulitos de infierno que no alcanzan el límite de piel saturada. Un algo de ternura ígneo y fluorescente los salva de ser aplastados por el mueble más pesado de la casa. La máscara se arranca con facilidad cuando el abrazo fluye en fuego de cópula perfecta.


Foto unsologato.

domingo, agosto 16, 2009

(Mutaciones 5060)




Hay cierta ruptura con la realidad. Nada grave. La ausencia, medida en lágrimas que no caen del espejo. Un cuerpo se aleja de otro cuerpo, eso es todo. Las paredes no hablan de amor. Las ventanas no se abren del todo a la muerte. Una luz ajena presta complicidad a los movimientos perplejos de esos mismos cuerpos. La circulación de la sangre en barrios más periféricos. Calles con árboles que no recuerdan los detalles de esos ahorcados que jugaban con el viento. La respiración permite al aire un encierro no del todo asmático. Las paredes, aunque infinitamente blancas, no hablan de amor. Y las ventanas comulgan con oscuridades que vienen desde el fondo de la casa incendiada. Es posible que en una de las recurrentes pesadillas se termine por cambiarle el nombre a las cosas más cotidianas: la puerta de calle, los libros, la cama, las variaciones goldberg y ciertos sentimientos que no vienen al caso mencionar, ni fotografiar con total nitidez.



Foto unsologato.

domingo, agosto 09, 2009

Restos de una tarde de invierno



Ahora quién. Pregunta que no termina de apretar la garganta. Dejar que el sol dibuje otra cara, otras manos. Ojos menos tristes. El cuerpo de otro parque. Un árbol y ahora quién. Silencio verde del parque. Y el árbol que no permite, al gato invisible de esa hora, preguntar otros caminos. Sombras que se alargan hacia el vacío. Aire frío de la tarde. O alguien que explique el teorema con menos agujeros en el pecho, menos lágrimas de flor de acero. Y el silencio verde que hace blanca la furia de las preguntas. Preguntas siempre giratorias pero sin un centro definido. Ahora nadie, nadie que afirme siquiera el sol en fuga.

Foto unsologato.
El Tiempo Buenos Aires Aerod.