Máscaras desesperadas.

Quedamos en encontrarnos el viernes a las 23:30 en el lugar de siempre para desesperar juntos. Ambos llegamos puntuales. Ella trae puesta su máscara roja y yo una negra. Nos besamos con urgencia. Las máscaras caen al suelo mientras nos besamos. Ambas máscaras se rompen en mil pedazos. La máscara roja y la máscara negra mezcladas en sus añicos mientras el beso continúa juntando locura. Entonces seguimos con desesperación tratando de juntar todos los pedacitos de las máscaras. Los vamos echando en una bolsa de terciopelo azul que ella trajo aconsejada por su delirio de orden. Pasamos toda esa noche en cuatro patas sobre la vereda en semipenumbra, procurando rescatar hasta el más mínimo fragmento de las máscaras, la de ella: roja, y la mía: negra. La desesperación aumenta a medida que pasan las horas de búsqueda porque sabemos que si no logramos juntar hasta el más insignificante añico de las máscaras, cuando amanezca ya no nos reconoceremos, ya no volveremos a besarnos ni a jugar a los desesperados. Nos miraremos como dos extraños y cada uno se irá a su casa con el recuerdo de la pesadilla...

Foto unsologato.