Scherzo navideño

Paz y amor. Sí, claro. Qué más. Pero el árbol que nos vendieron en 24 cuotas y que costó tanto como un trineo tirado por renos de verdad, terminó siendo un árbol carnívoro. Cuando nos acercamos a poner los regalos, el árbol de la paz y el amor, nos tomó entre sus ramas repletas de adornos y nos engulló de un bocado. Casi ni nos dimos cuenta porque a los dos segundos veíamos el mundo desde una bola de las que adornan ese árbol de la vida. A vos querida, te tocó una bola dorada que se parece bastante a tus ojos cuando mirabas el mar. Y a mí me tocó una bola roja. Al menos no nos había costado ponernos de acuerdo que las bolas debían ser rojas y doradas.

Nos buscaron los siete días de rigor y después nos dieron por desaparecidos. Tus padres se inclinaron por el fenómeno ovni: abducción navideña, un marciano disfrazado de Papá Noel, vestido de rojo y con una barba de cristal líquido o algo así; en cambio mi familia eligió una hipótesis más policial: secuestro seguido de muerte, quizás adornada de torturas y violaciones. Para ellos fue una navidad triste, quizás la peor de todas, nosotros en cambio nos divertimos bastante viendo el mundo a través de estos nuevos ojos dorados y rojos.

No sé qué va a pasar cuando desarmen el árbol. Y no quiero pensar en la posibilidad de que esas bolas rojas y doradas que nos contienen peguen un salto de cristal y se estrellen contra el suelo.

Foto unsologato.